Cuando las nomenclaturas realmente importan.
Estamos acostumbrados a interactuar en un mundo donde los apelativos son flexibles, donde los nombres lejos de una máxima son un indicador de múltiple interpretación y donde el juego de los sustantivos es un camino omni-direccional en el que todos los involucrados en la dinámica social son capaces de contribuir en el juego de la multifacetidad.
La concepción del término ‘Aldea Global’ por Marshall McLuhan, en un acto de lúcida anticipación, durante la primera mitad de los cosmopolitas años 60’s, supuso el inicio de una serie de apertura no sólo en las estructura sociales, instituciones y formas de mercadeo y comercio, también supuso el abandono de la informalidad y la muda del localismo a la consciencia global y aunque en palabras se lea utópico, lo cierto es que este es el fundamento innegable de tal fenómeno social.
La silente pero efervescente toma de consciencia de la globalidad del hombre generó una necesidad por pensar fuera de la caja y salpicarse de la cultura y los usos y costumbres foráneos y con ello, los procesos, las metodologías y el know how que re orientaron la gestión administrativa, comercial y de mercadeo en los años consiguientes.
Con esta nueva ideología llego también un cambio de actitud, una concerniente necesidad por el consumo de medios y el consumo de información. De acuerdo a un artículo de la Universidad de Princeton, la era de la información lo es, puesto que definió en gran parte la súbita habilidad de las personas para compartir información libremente y acceder casi de una manera instantánea al conocimiento que antes era imposible de obtener.
Podemos pues afirmar que dichas características podrían aplicar a la gestión de la mercadotecnia, al evolucionar ésta, tanto en sus técnicas de recogida de información, como en sus fuentes de investigación y sus estrategias de implementación, así como sus alcances. Pero el nombre no resulta suficiente, la mercadotecnia de los años 90’s ciertamente era muy distinta a la que se vive hoy en día, en el que un torrente de dispositivos digitales apareció como si siempre hubiesen existido y estuvieran esperando el momento exacto de coludirse en el quehacer cotidiano.
Es entonces, cuando hablamos de la Era Digital que supone una transición tecnológica entre las herramientas físicas e intelectuales heredadas de la Revolución Industrial que desplazó el trabajo basado en la manufactura industrial hacia un camino basado en la creatividad tecnológica, al respecto Schmidt y Cohen, en su libro La Nueva Era Digital describen a esta era como aquella en que los datos y el surgimiento de gadgets cada vez más especializados está modelando y re estructurando el mundo y la vida de las personas que vivimos en él.
Esta nueva concepción satisface de nueva cuenta al quehacer actual de la mercadotecnia, al hacer uso e implementación de dispositivos tecnológicos, ya sea en versión software o hardware que indiscriminadamente han supuesto una nueva dinámica de interacción no sólo de la agencia hacia clientes y públicos, sino que has establecido nuevas vías de comunicación dentro de la propia agencia y entre los stakeholders, la marca y los voceros de ésta.
Sin embargo y a pesar de que la tecnología y el consumo de ésta, supone el hábito de adquirir constantemente versiones cada vez más específicas de un beneficio previamente adquirido, no puede afirmarse tajantemente que el consumista de tecnología lo es al mismo tiempo de información, estableciendo entonces una paradoja de sí el consumo per se es una vía de aprendizaje o no.
Mas, es precisamente en este marco, en que la Mercadotecnia Digital se hace partícipe a manera de conciliación entre ambas eras. Si bien la mercadotecnia optó por bautizarse bajo la premisa de la revolución tecnológica, el quehacer del mercadólogo actual es generar conocimiento en todos los canales y todos los aspectos que contemplan las posibles relaciones que se fundan desde que una necesidad es detectada hasta que un público se ve beneficiado directamente con la cobertura de ésta.
Y, aunque para algunos autores Era de la Información o Era Digital sea un término ambiguo que designa la misma cosa, lo cierto es que, sí algo nos ha enseñado el instrumento por antonomasia de la era digital, el internet, es a respetar la precisión de una nomenclatura, en un ciberespacio donde la información sobra y a la cual sólo se puede acceder con la precisa intención vocativa.
Al final, si el problema radica en tener que optar por una de ellas para definir nuestra época, lo cierto es que podemos afirmar que existe paralelamente una Era de la Mercadotecnia en la que ésta, potencializó el alcance en que la información es distribuida a través de tecnología cada vez más asequible e intuitiva. Al final, esta era concilia lo mejor de dos mundos en un quehacer donde los beneficiados resultamos todos los involucrados en el proceso, o en otras palabras, toda la humanidad.